Carlos Alberto Aguilera entrevistado por Lidija Dimkovska

publicado originalmente en cacharro(s) en junio de 2004

Traducción de Todd Ramón Ochoa

Lidija Dimkovska (Skopje, Macedonia, 1971) Poeta, narradora, traductora. Estudió Literatura comparada en la Universidad de Skopje, Macedonia, y Literatura rumana en la Universidad de Bucarest, Rumania.. Ha publicado: Das Feuer der Buchstaben (1994), Zerbissene Nägel (1998), Nobel gegen Nobel (2001) y la novela Candid Camera (2004.) Ha sido traducida al inglés, rumano, eslovaco y español. Miembro del Pen-Club macedonio. Vive en Lubjana, Eslovenia.

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Lidija Dimkovska ¿Cuál es tu definición de escritor cubano? ¿Te consideras escritor cubano o entiendes tu identidad de otra manera?

Carlos A. AguileraEntiendo la identidad como un devenir, algo que está a punto de realizarse y en el último minuto se transforma; un estadío. No como algo fijo o absoluto, tal y como suele ser el sueño de los nacionalistas y los defensores del holocausto, al decir de Eric Hobsbawm. Por esta razón, vivo –como todos– en una suerte de lucha entre el “gitano” que inevitablemente soy y el “constructor de orden” que intento ser, entre lo que se llena y vacía. La frase “escritor cubano”, a la vez que me habla de una determinado espacio geográfico, una caricatura política, un tono..., no me dice mucho más. Bajo este rótulo se agrupa lo mismo a Vitier que a Piñera, los cuales salvo algunas coincidencias generacionales no tienen mucho que ver, son mundos “en diferencia”; se agrupa a Rosales y a la infinita mediocridad de los narradores de los 80 en la isla, que por suerte, están bastante lejos también.

Lidija Dimkovska Pareces ser el más joven escritor cubano en el exilio. ¿Cómo sucedió? ¿Cuándo, y porqué?

Carlos A. Aguilera Si entendemos exilio como alguien que sólo por razones políticas está fuera de su “espacio natural”, entonces, no estoy en ese exilio. No me fui de Cuba sólo porque el totalitarismo me resultaba aborrecible. Salí de Cuba porque el clima y la mayoría de las personas y el espacio intelectual y la “cultura de la queja” -que parece ser proverbial en los países por donde ha pasado alguna vez el socialismo-, junto al fascismo de estado me resultaban aborrecibles. Lo que significa que ya vivía dentro de Cuba en una suerte de exilio, o insilio, y la decisión de salir dependía casi exclusivamente de que apareciera la oportunidad, que se abrieran las puertas, para decirlo de alguna manera.

Por esta razón, y después de estar 10 meses batallando con la negativa del estado cubano para que mi familia y yo viajásemos a Bonn, donde tenía una beca del PEN-Club alemán como escritor, en marzo de 2002 pudimos definitivamente salir. Y se hizo posible gracias a las repetidas gestiones del escritor Said, en ese momento presidente del Pen, quien envió varias cartas al ministro de cultura cubano solicitando mi “liberación” y, a la en ese momento, alcaldesa de la ciudad de Bonn, que intervino ante las autoridades cubanas de una manera bastante eficaz también.

El principal motivo por el que recibí la beca fue haber hecho de 1997 a 2002 una revista totalmente independiente de cualquier institución cultural o religiosa, con el dinero de nuestros bolsillos y con varias amenazas de la Seguridad del estado cubano sobre nuestras cabezas (hay que tener en cuenta que en Cuba existe una ley que castiga con hasta 10 años de cárcel la realización de revistas o folletos que no estén previamente legalizados por el estado) y estar en ese momento en Cuba en un estado de semimarginalidad, con dos libros censurados o “engavetados”, como también pudiera decirse. Libros que han salido a posteriori fuera de Cuba.

Esta revista, que se llamaba Diáspora(s), no sólo tradujo a una serie de escritores prohibidos en la isla (con esa suerte de prohibición que asumen precisamente los despotismos de estado al no vender o no permitir la circulación de algunos libros), sino que publicó por primera vez a escritores cubanos que habían salido años antes del país, como Cabrera Infante y Padilla, además de una serie de textos que intentaban pensar la relación intelectuales-poder en la isla. Relación estremadamente conflictiva, por lo cómico y trágica que resulta en un país donde el espacio poder funciona como una suerte de ninja enloquecido: destroza todo lo que se mueva a su alrededor.

Lidija Dimkovska Cuándo vivías en Cuba recibiste algunos premios por tu trabajo literario. ¿Quién otorgó esos premios: un jurado a favor o en contra del sistema? ¿Un jurado neutro? En Cuba, es positivo o negativo estar clasificado como “escritor premiado”?

Carlos A. Aguilera En Cuba, al igual que en otros países, no importa tanto el hecho de que hayas recibido un premio o no, como el nivel o complejidad que pone a funcionar tu literatura. Esto quiere decir que si tus libros son una alabanza al estado, y ya sabemos por Brodski que hay muchas maneras de cantarle a la maquinita estado, o a la relación Literatura-Nación, en las diferentes variantes que se da esto en Cuba, siempre serás un “escritor oficial”, más allá de los premios en cualquier lugar del mundo que hayas recibido.

Por otra parte, en la isla no hay jurados literarios neutros (¿es posible en cualquier lugar algo así?). Para que alguien sea alguna vez jurado tiene que ser “aceptado” por la policía cultural cubana. Nadie piensa siquiera que un escritor abiertamente “en contra de-“ pueda llegar a ser jurado en algún concurso estatal, y todos los concursos que existen en Cuba lo son. Así que la cosa está más bien en si tu libro o tus poemas pueden atravesar la ratonera muchas veces sutil con que el sistema construye todo. Y atravesar esta ratonera es muy fácil. Se reduce a hacer silencio, o a no pensar los puntos conflictivos de la sociedad / tradición cubana, o a mirar hacia el otro lado cuando alguien intenta públicamente pensar lo que está sucediendo en el país. Si alguien puede hacer esto, y los totalitarismos de izquierda han demostrado que casi todos pueden hacerlo, entonces como escritor no debes tener problemas. Podrás incluso un día llegar a ser jurado de algunos concursos.

Lidija Dimkovska¿Cuándo fue que te diste cuenta que vivías en un país bajo un dictador? ¿Cuándo sentiste por primera vez en tu cara el galletazo (slap) de la dictadura?

Carlos A. Aguilera De niño. A los 6 ó 7 años encontré en una vieja gaveta del cuarto de mi madre un pequeño crucifijo de oro que sin dudas había pertenecido a ella (aunque nunca se lo había visto puesto), y quise colgarlo en una cadena que a veces yo usaba. El grito que emitió mi madre, la dureza de sus palabras mezcladas con una extraña dosis de pedagogía y golpes, el miedo que convirtió todo su rostro en una mala reproducción de Bacon fue un verdadero ladrillazo sobre mi cabeza. A partir de ese momento, empecé a comprender que todo no era tan hermoso como nos decían en la escuela.

Lidija Dimkovska¿Me podrías dar un imagen de tu generación literaria: temas, campos, y características de interés de la más joven poesía y prosa cubana?

Carlos A. Aguilera Es muy difícil, ya que hay muchas diferencias y una suerte de guerra civil entre todos. Por una parte están lo que intentan hablar de la vida cotidiana, en realidad sólo hablan de los estereotipos que se desprenden de ella y de los símbolos que el mercado maneja. Los que quieren hacer “algo” con los conceptos (jugar a la relación escritura-lenguaje) y los que construyen una literatura de lo gay, con sexo y panfleto incluidos. Los interesados en el mundo de las drogas, el rock, lo marginal, y los que levantan un culto a la raza (en este caso, a la negra). Los que intentan combinar submundo ideológico con “novedosas ideas narratológicas” y los que se burlan de la tradición, el nacionalismo, la identidad, aunque atrapados aún en una lectura pastoral de “lo cubano”, con las Grandes Ideas que siempre trae una cosa así. En fin, más o menos lo mismo que sucede en todas partes, sino existiera la diferencia histórica que los cubanos se han creído a lo largo de los últimos cuatro siglos un pueblito elegido, una especie de nueva raza cósmica (o cómica, para parodiar el libro de Vasconcelos); y esto ha resultado fatal. No hay nada peor que cuando un pueblo, una ideología o un líder creen que el mundo debe rendirle honores.

Lidija Dimkovska¿Podemos hablar de dos poéticas generales en la literatura cubana: la de la literatura escrita en la isla, y la otra, en el exterior?

Carlos A. Aguilera Más bien creo que podemos hablar de muchas poéticas. Dos, tres o cuatro siempre serán pocas, demasiado pocas, y a la vez muchas. Es lo que intentó desde sus inicios el estado despótico cubano. Todo el que abandonaba Cuba era moralmente corrosivo y por lo tanto su literatura desaparecía del canon ideológico-literario de la isla. En realidad, creo no hay una poética general adentro ni afuera. Cada escritor es su propia vacuola y más allá de algunas constantes que se repiten, siempre vamos a encontrar zonas que no sabremos leer, que no encajan en el contexto o en la realidad histórica donde se hizo esa escritura, puntos muertos. Por lo tanto, ni dos poéticas generales ni una sola, como se intenta vender ahora mismo en la isla. Más bien muchas, como esa escena en El Decamerón de Pasolini donde el diablo escupe a millones de monjes hacia todas partes.

Lidija Dimkovska¿Según tu propia experiencia, cómo entiendes los siguientes términos: tradición literaria, literatura nacional, libertad, nacionalismo?

Carlos A. Aguilera A estas alturas los entiendo como represivos. Son los términos que ha usado durante aproximadamente 46 años el estado cubano para castigar, controlar, separar familias, lobotomizar a la población, confundir a los que ya estaban confundidos, etc. Pienso, como ya esbocé una vez en un diálogo sobre el concepto patria con otro escritor de la isla, que lo mejor sería salir de estos términos y reducirlos a nada. Aunque en el caso de Cuba primero tendríamos que salir de la entidad “estado represivo” y tendríamos, también, que aprender a convivir con la idea de que no hay democracias perfectas, sólo caricaturas, quizá así podamos comenzar a pensar más en nosotros mismos, nuestro horizonte de relaciones, y no en el símbolo público o puro de algo –ese capital asesino. Cuando podamos hacer esto, entonces conceptos como nacionalismo, tradición literaria, literatura nacional se convertirán sólo en lo que son: tarjeticas para historiadores.

Lidija Dimkovska Cultivas una expresión minimalista de la poesía, concentrada al 100% en el sentido y el sonido, sin niguna palabra u oración en exceso (pienso aquí en Retrato de A. Hooper y su esposa). ¿Forma parte de tu proceso limpiar la poesía de todo lastre, o escribes directamente así?

Carlos A. Aguilera Por lo general cada texto mío en poesía o prosa es una unidad en sí mismo, lo que quiere decir que cada uno tiene diferentes claves o ha sido escrito de distintas maneras. Retrato de A. Hooper y su esposa era un juego –y una burla- con la tradición poética cubana, que por haber “crecido” al margen de las “grandes experiencias de vanguardia” es bastante represiva en sí misma. A su vez, era una suerte de homenaje (absurdo si se quiere) a algunos fragmentos de la obra de Bernhard. Sobre todo a esas zonas maquinales y repetitivas que encontramos en libros como Sí, Trastorno, El sobrino de Wittgenstein o Helada. También, una reflexión sobre el poder, sobre las alianzas que se crean entre delirio y poder en determinada persona o determinada “masa”. Para esto, no sólo intenté escribir un poema irónico y “vertical”, sino que intenté hacerlo de la manera más fría posible, más distante..., así, la caricatura, la caricatura que es en sí mismo este filósofo, quedaría visible pero congelada, como una cucaracha en un témpano de hielo. Por desgracia, este recurso, y la ironía que en sí implica, no fue muy bien entendido en ese momento.

Lidija Dimkovska Además de Retrato de A. Hooper..., en tu libro de poesía traducido al francés y publicado por Farrago editores está tu conocido poema Mao. ¿Cómo llegaste a escribir ese poema y porqué?

Carlos A. Aguilera Este poema está basado en hechos reales. En los años 60, durante la revolución cultural china, se desató una gran hambruna. Una de las más fuertes que había tenido “el gigante asiático” hasta ese momento. Y Mao, que entonces estaba atravesando por uno de sus grandes períodos de delirio, dispuso que el causante de aquel desastre no eran sus enloquecidos planes económicos, que hubiera sido lo más sensato, sino los gorriones, que según él se comían las espigas del arroz. Así que los mandó a matar. Y para esto contrató a francotiradores y puso a todo un ejército a perseguir pajaritos por toda el país. En Cuba, yo vi unas fotos de estos francotiradores y de montañas de gorriones muertos en una especie de largo campo de arroz, y todo esto ligado a una reflexión propia sobre el poder y la manera en que éste se construye, hizo que saliera el poema; que es una mezcla de elegía con bufo, si es posible aún denominar algo así.

Lidija Dimkovska Desde hace ya algún tiempo tú y tu familia están viviendo en Europa apoyados por organizaciones culturales: viviste en Bonn como escritor-en-exilio y, después, dos años en Graz bajo la misma condición. ¿Cuál en tu opinión de estos programas: “escritor-en-residencia”/ “escritor-en-exilio”, apoyados por los gobiernos de Europa occidental? ¿Ayudan a los escritores estos programas?

Carlos A. Aguilera Creo que sí, ayudan. Aunque debieran estar mejor pensados. No se trata sólo de traer a un escritor, darle condiciones de vida por un año y después darle dos palmaditas en la espalda, ponerlo en la escalerilla del avión y decirle chao. Es algo más complejo. Por lo general, las personas que entran en el programa son escritores que han podido salir a duras penas de sus países, que vienen incluso muchas veces con problemas (psíquicos quiero decir), y a los que les va a resultar muy difícil regresar; entre otras cosas, por el clima de “libertad” que generalmente hay fuera, donde puedes decir/pensar públicamente sin miedo a ir directamente de la sala donde das tu pequeña charla a la cárcel. Por lo tanto, creo debiera haber un acuerdo entre las instituciones de cultura que organizan estos programas y los políticos (o la política) para que estos escritores y sus familias puedan acceder a la residencia permanente lo más rápido posible y, a partir de ahí, a una total integración. Alguien que sabe que en un año se va a tener que ir de donde está es alguien que nunca se va a acoplar bien a ése lugar. No porque siempre esté de paso, sino, porque nunca lo estará realmente. Todo esto para no hablar de dificultades con el idioma, otras culturas, personas, etc., que convierten este asunto en una especie de perverso rompecabezas.

Lidija Dimkovska¿Crees en la afirmación de que tu lenguaje es tu país?

Carlos A. Aguilera No. Un país es algo demasiado abstracto y sin sentido para ser comparado con el lenguaje, que es para mí una de las cosas más concretas y complejas que posee un escritor, como ya sabía Beckett. Quizá la única.

Lidija Dimkovska Crees que un día te beneficiarás de estos años difíciles fuera de Cuba? (Como escritor-en-exilio siempre estarás priorizado a la hora de recibir premios literarios, estar traducido, recibir invitaciones, etc.? Como dice Dubravka Ugresic, “a los medios masivos les encantan los héroes” y el escritor-en-exilio siempre será un héroe para los medios.) ¿Cómo ves tu status como escritor?

Carlos A. Aguilera Como el de un ratón que teme ser aplastado constantemente por el aparato poder. No creo en los héroes ni en ningún tipo de heroicidad –lo que casi significa que soy un mal fan de Hollywood-. Alguien que debe vivir escondido o hablando constantemente en almuercitos públicos o haciendo poses para periódicos no es un héroe, más bien su contrario, una especie de “buen soldado Schweijk” que de pronto ha perdido toda orientación. Por otra parte, si existieran los héroes bajo un sistema totalitario, no serían precisamente los que se van, sino los que se quedan, los que tienen que continuar soportando el desastre.

Lidija Dimkovska Sé que prefieres el término “nómada” al de “exiliado”, pero a lo mejor nomadismo sólo quiere decir en algunos casos exilio. La escritora Croata, Dubravka Ugresic, en su gran ensayo El escritor exiliado especifica puntos muy interesantes sobre este tema. ¿Puedes, por favor, según tu propia experiencia como escritor-nómada o escritor-en-exilio comentar sobre sus declaraciones:

“El exilio es una neurosis, un proceso inquieto por probar valores y comparar mundos: el que dejamos y en el que nos quedamos”. ¿Lo ves así?

“El exiliado es una persona que ha renegado adaptarse, pero también el exiliado vive en un proceso de adaptación”. ¿Es éste tu caso?

“El verdadero exiliado casi nunca regresa, hasta cuando puede”. ¿Si cambiara la política cubana regresarías a Cuba?

Carlos A. Aguilera La Ugresic tiene razón. Pero creo hay que dejar en claro que ese “proceso inquieto” como lo llama en su ensayo y en casi todo su libro Gracias por no leer (Zabranjeno citanje), es siempre un proceso impuesto, que llega de afuera, y no se da precisamente por el deseo de ver el mundo que tiene el escritor (que también lo tiene, como cualquier persona), sino por el peligro que existe –muchas veces el divorcio- entre el sentido exacto que en un momento determinado ese escritor quiso fijar con sus palabras, y la sobredimensión política a que se ve forzado ese sentido en determinados países. Y esta sobredimensión es siempre nefasta, ya que el poder (el fascista, el comunista, el despótico-africano, el chino-maoísta...) no conoce términos medios. Cuando decide actuar, actúa. Y casi siempre aplasta.

Mi caso es el del “adaptado”, si es que esto es posible. Regresar a Cuba o vivir nuevamente en la isla son cosas que no me interesan, que están fuera de mis obsesiones cotidianas. De ahí que entonces me considere más como nómada, alguien que vive en un eterno proceso, que se vigila y a cada rato se pierde de vista a sí mismo, que no está obligado a “encontrarse”.

Lidija Dimkovska En otra entrevista dijiste que fue en el exilio que deviniste realmente escritor. ¿Quiere decir esto que es en el exilio, o en ese largo viaje que pudiera ser el exilio, donde el escritor tiene el tiempo, la libertad (o distancia) para pensar sobre sí mismo, para ojear su pasado y su vida, y a partir de aquí podrá transformar sus experiencias en literatura, aunque en su propia obra escriba muy poco (o nunca) sobre sí mismo?

Carlos A. Aguilera Sí, aunque esto no es un principio absoluto. Varios grandes escritores han tenido la suficiente lucidez para cobrar distancia sobre su vida o sus ficciones personales sin tener que irse de donde están, sin tener que “abandonar”. Un caso ilustre es Kant, que nunca salió de Königsberg, una pequeña ciudad de la Prusia oriental, y escribió los libros más lúcidos e ininteligibles que existen sobre la libertad (tal y como deben ser precisamente estos libros). El otro, Lezama. Un cubano. Salvo dos viajecitos insignificantes de menos de una semana fuera de La Habana, vivió recluído en su casa sesenta años entre el polvo de sus libros y el polvo de su “locura” (o su gordura), que al final era casi la mismo.

Lidija Dimkovska Tu relato “Viaje a China” es una gran ficción de Loney Planet[1] sobre la estructura exterior e interior de China, llena de referencias lúcidas, caricaturescas, y tragicómicas a sus carreteras, linternas, caminos, garrapatas de algodón, museos de guerra, autopistas, aeropuertos, etc. ¿Se podría llamar a este relato “Viaje a Cuba”? ¿Qué te motivó a escribir este tipo de ficción-no-ficción?

Carlos A. Aguilera Lo mismo que había motivado la escritura de textos anteriores míos: una reflexión sobre la literatura, los géneros, lo que queda fuera-dentro de determinadas experiencias, la tradición... Casi todos mis libros se basan en esta “dialéctica”, en esta obsesión sobre el límite y en cómo se puede construir una diferencia, no sólo literaria, sino también política en la literatura, (si asumimos política precisamente como las estrategias que pone a funcionar un escritor en un momento determinado, esa especie de conscienciaamnesia que construye siempre parte de la armazón del texto).

Sería mejor no leerlo como un viaje a Cuba, sobre todo porque ni siquiera es un verdadero viaje a China, en el sentido biográfico. Es un “viaje” a determinados conceptos, a occidente y su mala comprensión del otro, a la relación caricatura-poder, a mi cabeza. Pero no es la visita a ningún lugar geográfico, a ninguna realidad. Para mí, China es sólo un hueco...

Lidija Dimkovska Leí alguna vez en un artículo de prensa que cada turista que viaja a Cuba con su dinero ayuda, de hecho, al régimen de Castro a mantenerse, y que sería mucho mejor para Cuba si los turistas no viajaran a la Isla. ¿Estás de acuerdo?

Carlos A. Aguilera El turismo idiota no sólo ayuda a mantenerse a Castro sino a las malas políticas que muchas veces se aplican en otros países, ya que el turismo es también un fenómeno de descongestión social, de hipocresía política. Y muchas veces no sólo es el resultado de un larga temporada de trabajo, sino, de un escape ante las frustraciones ideológicas que muchas de estas personas tienen en sus propios países. Un buen ejemplo serían los italianos. Todos odian a Berlusconi, su facha faschista, pero todos aman las playas de Cuba. Y no les importa si allí hay un dictador o no, en el caso de que Berlusconi lo sea. Ahora, si es ese otro turismo que lo que desea es “ver”, pensar que está pasando ahí, en ese espacio (que es una mezcla de circo con laboratorio), entonces no tengo nada en contra. Todo lo contrario. Valoro altamente esta “otra” posibilidad de involucrarse y reflexionar sobre el mundo.

Lidija Dimkovska¿Se puede comparar la política de Castro con la política de otros países que viven o han vivido con un dictador?

Carlos A. Aguilera Sí y no. Conversando en Zagreb, en Praga, en Berlín con personas que vivieron bajo el terror comunista, me he dado cuenta de cuantas similitudes había entre esos regímenes y el de Castro, cómo el despotismo y la manipulación (por ejemplo, del lenguaje) ha funcionado de manera análoga en todos estos lugares, para no hablar de la arquitectura. Muchas veces en nuevo Zagreb o en el este de Berlín he tenido la pesadilla de que estaba en Alamar. Sin embargo, mejor no comparar. Fidel Castro es un producto de la historia cubana, de sus etapas de colonialismo: español, norteamericano, soviético..., y un producto también de la grosería cubana de los años 50, que fue cuando mejor se afianzó la relación cultura civil- mafia en el país. Así que...

Lidija Dimkovska¿Existe en Cuba el culto al escritor trobador, o al escritor bardo o “vate nacional” (o vergüenza nacional)?

Carlos A. Aguilera Todos los sistemas totalitarios intentan imponer ese culto, sobre todo ese de “vate nacional”, como lo llamas, y para esto organizan programas culturales o adiestran y reclutan a miles de personas en las instituciones. Sin embargo, no creo que a nivel de República de las letras este culto sea en Cuba respetado, aunque funciona. La mayoría de las personas que conozco más bien sienten asco por este tipo de marionetización.

Lidija Dimkovska¿De dónde vienen los temas, inspiraciones, expresiones de tu trabajo literario: del subconciente, de los sueños, tu memoria, la realidad en sí, o es la base de tu escritura más complicada?

Carlos A. Aguilera Bueno, ya los sueños, el subconsciente, la memoria, la realidad en sí son lo suficientemente complicadas para que a uno se le quiten los deseos de buscar en otra parte. Sobre todo si tomamos en cuenta que todo esto uno lo mezcla con determinada reflexión sobre la escritura y el canon político-literario del lugar de donde viene, además de con la propia neurosis. Entonces, mejor no seguir metiendo las manos en otras gavetas. Con esto, incluso con menos, ya se puede hacer algo.

Lidija Dimkovska¿Cuál sería tu prototipo de lector ideal? ¿Existe?

Carlos A. Aguilera No, no creo en ningún lector ideal, tampoco en ningún escritor. Tendría que tener un grado de asco y placer parecido al mío, una formación parecida e incluso amigos parecidos. Quizá, incluso, un grado de perversión análogo. Pero si existiera, sería sólo para darnos cuenta de que no serviría de nada. Lo más importante es que alguien te pueda leer desde su diferencia, sus prejuicios y su “cantidad de poder”, como decía Nietzsche. En esa diferencia (y en esa cantidad) se resume el un-dos-tres de la lectura

Lidija Dimkovska Ernesto Sábato dijo que el propósito del gran arte no es el de cambiar las relaciones sociales de una comunidad. Para ese propósito existen otros instrumentos: la política, la teoría... De alguna manera, sin embargo, con Diáspora(s) ustedes intentaron repensar por lo menos un segmento del sistema político en Cuba. También con la Carta abierta sobre Raúl Rivero que Rolando Sánchez Mejías y tú enviaron hace unos meses al presidente del gobierno español. ¿Cómo ves tu papel como escritor políticamente activo?

Carlos A. Aguilera Bueno, no creo tenga un papel políticamente activo. Como intelectual, o mejor, como cierta persona que pone a debate sus propias ideas, es decir, que las coloca en un espacio público, más bien lucho por desvincularme de esos que hacen política todo el tiempo, que desean tener una presencia mediática e ideológica constante. Creo en el diálogo y en el papel simbólico que pueden tener ciertos hechos, aunque soy bastante escéptico con la idea de que un libro o una literatura o un grupo literario puedan tumbar del pedestal a algún poder, arruinarlo. Es lo que cínicamente piensan determinados gobiernos (o lo que hacen creer) y por eso reprimen “hasta el hueso”, como diría un escritor argentino. Pero la historia ha demostrado que no son precisamente las revistas o las opiniones intelectuales las que han quitado-del-medio a un régimen opresivo. En todo caso, para lo único que sirven, y sólo a veces, es para hacer tomar conciencia, para movilizar algo de manera más clara, para provocar insomnio. Pero para cambiar un sistema político, como decía Sábato, está la política (o los políticos) y la teoría. También, la infinita condición de masa de la mayoría de las personas. Esa “ontología” que los hace moverse como vacas cuando escuchan ciertos discursos...

Lidia Dimkovska Nietzsche dijo que el pesimista es un idealista con resentimientos. ¿Te ves como pesimista, escéptico, o cínico en tu obra literaria?

Carlos A. Aguilera Me veo como un ángel, alguien que ha sido a veces criticado injustamente y a menudo es incomprendido. Pero ante todo, un ángel. Cuando alguien escribe que soy un cínico o un escéptico o un terrorista paso mucho trabajo para entender qué está diciendo, su “idioma”. Cómo es posible que un ángel pueda ser todo eso que elotro dice, y suelo darme golpecitos en el pecho y mirar hacia el cielo. Luego caigo en la cuenta de que la mayoría de las personas no saben de qué hablan. Un ángel siempre será atacado, precisamente por esta razón. Pero como muestran todos los pintores clásicos, siempre saldrá victorioso. Así que soy y andaré por la vida como un ángel hasta que la vida o críticos más convincentes digan lo contrario. Nada más...

Lidija Dimkovska Entrevista A carLos A. aguilera

Traducción de Todd Ramón Ochoa

medio (S y) 6/siete junio 04 Ca ch Ar ro Diciembre



[1] Loney Planet es una conocida editorial de guías turísticas.