CHINA RECONSTRUYE EN CUBA, quinta columnata: lunes de post-revolución


Pródromo a la columnata

Primera entrega: Vacío de poder.

Segunda entrega: En el aire. Yo nado. Yo, nada.

Tercera entrega:
2+2=5

Entrega 4: Espero la noche para no soñarte, Revolución


CHINA RECONSTRUYE EN CUBA

(Reporte especial desde Lhasabana, post-lunes 21 de Abril de 2008, año de la rata)

Circula por fin en Cuba, con un retraso aceptable dada la distancia entre los dos países, el último número de la revista China Reconstruye, correspondiente a Marzo de 1963.

Como es sabido, este mensuario es publicado en español gracias al Instituto de Bienestar de China (en la fecha, presidido por Soon Ching Ling), cuyo cuartel editorial se localizaba a la sazón en el edificio Wai Wen de Pekín.

China Reconstruye se importa a la Isla, en mayor o menor medida, según sus lectores originales las van dejando olvidadas en los ómnibus Yutong que, a su vez, hoy se importan a Cuba al por mayor.

Esta última entrega de la revista (vol. IV, no. 3) despliega generosamente en portada una foto en technicolor de Li Fu-pei, cuyo título sin traducir probablemente sea todo un poema, pero deviene prosa procaz al cubanizarlo: "Mujeres tibetanas recogen huevos de cisnes junto a uno de los numerosos lagos en el curso superior de la cuenca del río Yalutsangpo: los huevos se consideran una exquisitez".

En específico, este ejemplar chinesco traído a la Isla de manera más o menos legal, consta de 44 páginas de cómodo formato (9x12 pulgadas), y ya puede adquirirse en la red más o menos ilegal de librerías de uso, así como en alguna que otra biblioteca in-the-pendiente del Barrio Chino de La Habana (vale aclarar que China Reconstruye no es el suplemento literario del semanario local Kwong Wah Po). En ambos casos, los precios son irrisorios y fluctúan alrededor de los veinte centavos en moneda insular o un centavo de dólar USA.

El índice temático del número 3 del volumen IV será de interés tanto para los naturales de la milenaria civilización asiática, como para los habitantes de esta islita medio americana de reciente descundimiento (1492), guerrillas de independencia (1868 y 1895), repúsblica (1902), revoilusión (1959), y demás etcéteras y post-etcéteras de los años 2000 o los años ceros.

La revista incluye un reportaje del Festival de 10 Días de Amistad Chino-Cubana, realizado en Pekín apenas medio siglo atrás, con la sonriente presencia (foto de Liu Chang-chun incluida) del entonces embajador de Cuba en China: Oscar Pino Santos. Durante dicha celebración no sólo hubo marchas multitudinarias y se rebautizó alegóricamente una comuna popular agraria, sino que, en un torneo artístico, se interpretaron bailes y melodías típicamente cubanescas por el gran coro del Conjunto de Cantos y Danzas del Departamento Político del Consejo Militar: por ejemplo, "El himno del 26" y "Zapateo". Adicionalmente, el poeta Yuan Shui-pai declamó textos inspirados por la ocasión y, en una nota dejada en el Cuaderno de Conmemoración del festival, el estudiante de arquitectura Ching Shue declaró: "aquí me baño con el sol de La Habana, aquí huelo el perfume de la caña, pero todavía escucho la voz firme del pueblo cubano resonando siempre en mis oídos".

También se incluye en esta edición un facsímil de la serie de 6 sellos emitida el Primero de Enero de 1963 "para celebrar el cuarto aniversario de la Revolución Cubana", con valores de 4 a 10 fenes, en las que se representa, entre otros iconos en miniatura, un tanque de guerra modelo ("trofeo que el pueblo cubano rescató de los cuarteles de Batista") donado por Raúl Castro a China en julio de 1959, cuando aún no existían relaciones diplomáticas ni filatélicas entre ambos países.

El resto de la publicación no deja de tener su toque de actualidad, a pesar de la prosita de escolar sencillo y disciplinado que ostentan los traductores del consejo de redacción de China Reconstruye.

Además de los avances científicos y sociales (y del cuento "Antes del amanecer" de la joven narradora Ru Chi-Chuan, ya por entonces con varias colecciones de novelas cortas publicadas), acaso lo más poético (y político) sea una antología de proverbios tibetanos ilustrados sobria y soberbiamente por Chang Kuang-yü. En una de esas tétradas de versificación libre, se explica cómo el "na´an o árbol del dolor" tibetano no se nutre con "los rayos del sol ni la luz de la luna", sino que "sólo florece después que una doncella le ha dado un puntapié". Por los rasgos faciales representados por Chang Kuang-yü, la doncella tal vez deba ser entendida como una reencarnación simbólica de la gran madre-patria china.

El carácter más o menos hermético de los 10 proverbios antologados se ilumina con un artículo sobre las elecciones en el Tíbet (región ya al margen de cualquier tótem o tabú, gracias al Ejército Popular de Liberación chino), donde cada persona del cantón "que había llegado a los 18 años, y se le consideraba mentalmente sana, estaba en el registro de votantes, exceptuándose solamente los contrarrevolucionarios".

Leer Lhasa desde La Habana tiene sus arcanos y también, por supuesto, sus encantos.

Para ambas ciudades, la cifra alquímica de 1959 (año del cerdo o co-chino) significa un parteaguas histórico: en el gigante asiático, el Dalai Lama y unos cien mil tibetanos huyen de su país tras una abortada sublevación de carácter anti-Ejército anti-Popular anti-Liberación anti-chino; en la enana caribeña, triunfa una revolución socarronamente anti-imperialista, con su consecuente guerrita incivil y su concomitante híperexilio.cu.

Lhasa perdía así, manu militari, a la Santidad en quien se personifica el espíritu y la unidad de su pueblo (jefe de Estado vitalicio, líder religioso, incluso reencarnación divina); La Habana, au contraire, ganaba estequiométricamente lo mismo.

Hoy por hoy, ya septuagenario, con el Nobel de la Paz (1989) en el bolsillo exiliado de su tchupa color azafrán, el Dalai Lama sonríe junto a George W. Bush, mientras practica su régimen ascético/aséptico de té y tsampa y yogur y momo y una estatua de Buda y un camastro y la BBC y un fuerte dispositivo de Seguridad personal. Y, aunque él mismo proclama su estatus de semi-jubilación ("soy un simple monje: ni más ni menos"), sus seguidores parecen ciegos, y se empeñan en acatar sus máximas y adorar sus proverbios. "Será siempre nuestro líder", dijo la portavoz del parlamento tibetano en el exilio, Dolma La: pues sus sugerencias siempre "son las mejores".

Hoy por hoy, ya octogenario, con o sin uniforme color verde oliva, nuestro Premier sin Nobel de la Guerra aún se ríe de George W. Bush, pero igual sobrevive en una situación mimética a la del 14to dalai lama Djetsune Ngauang Lobsang Yeché Tenzin Gyatso Sisum Uanguiur Tsunpa Mepé De Pélsangpo, salvo por el despreciable detalle de que el suyo es ahora un exilio interno (acaso intestinal): no en su propia Lhasa, sino en su apropiada Habana. Y, para colmo de especularidades, sus fieles tampoco dan demasiado crédito a la proclama que rebajó su máximo estatus de Comandante en Jefe al de compañero de a pie.

Aquí y allá hay coqueteos y censuras con la prensa internacional; aquí y allá hay maratónicas recogidas de firmas para ser entregadas a la autoridad oficial; aquí y allá habrán olimpiadas deportivas en este año; aquí y allá hay raras prácticas con los cadáveres (en Cuba, la moda tardía de la cremación: en el Tíbet, ser devorado por buitres); aquí y allá circuló alguna vez el número 3 del volumen IV de la revista China Reconstruye.

Como colofón de la revista, para catalizar el acercamiento entre los antípodas de Cuba y China, se anuncia para el número siguiente un dossier de literatura binacional, que se me ocurre bien podría llamarse derrideanamente "China Deconstruye", e incluir textos nunca antes chinificados de autores asiaticubanos como Carlos Alberto Aguilera, co-fundador del proyecto Diáspora(s), quien durante años ha perfeccionado la caligrafía de sus caligramas en cuentos ("Viaje a China"), auto-antologías ("Die Chinamaschine") y poemas ("Mao"). Para él, China funcionaría estéticamente en tanto "un país nopaís, un otro radical, un hueco": "ese ojo puesto en función de la caricatura o la paranoia".

Sólo falta, pues, esperar la importación a Cuba de nuevos ómnibus Yutong pletóricos de revistas olvidadas, entre ellas con suerte la próxima edición de China Reconstruye (vol. IV, no. 4). Definitivamente, leer La Habana desde Lhasa supongo tendrá también sus encantos, sus arcanos y, por supuesto, sus arcaicos encontronazos.

P.D.: Al respecto de Carlos Alberto Aguilera (en algunas fotos de familia él mismo muy parecido a Mao) vale aclarar que, en efecto, Mao apreciaba ser reconocido ante todo como poeta y calígrafo de los géneros zi y shi, siendo capaz de multiplicar sus motivos según las melodías Sin Yuan Chun, Pu Sa Man, Si Chiang Yue, Yu Meng Ling, Ching Ping Lo, Yi Chin O, Shi Liu Zi Ling, Nian Nu Chiao, Huan Si Sha, Lang Tao Sha, Shui Diao Ge Tou, Die Lian Hua y Tíbiri-Tábara. Al final de su vida (1976), Mao legó a los pueblos pan-chinos una abrumadora herencia de proverbios poemáticos que hoy son tan apreciados como los ya clásicos de la Región "Autómata" del Tíbet (sirva la errata entre comillas como tributo al 2008, año digital de la e-rata).